viernes, 9 de marzo de 2012

Just Dady



Dady esta todo tirado en una celda. Al lado esta un Negro de Houston que toca la trompeta en no se donde. Tambien hay un travesti en estado de descomposcision: sus pies son un aasco, tiene el maquillaje corrido y se le esacpa la picha de entre unos Texanos con motivos de Zebra Africana.
El Marshal me mira las tetas. Ok. Todo por Dady. Hay una casita de madera a 20 yardas de la Police Station de no se donde (me temo estemos en Kansas). Lo descargo rapido. Esun viejo con panzam sin culo, sin pelos, miro por una ventanita el sol, el desierto unas aves. Su sabor es el del amoniaco, seguro estuvo bebiendo.
Luego saco una diet Coke de la maquina y hago buches y escupo en la tierra: curioso pollo, parece un Tio Sam con Pipa, se lo digo al Marshal pero parece no causarle gracia, de lejos me llega una cancion. No se si son los Faces o algo de ese rock que me fascina.
Dady sale de la comisaria gritando: "ehhhh payasos yo bebi de vuestar campana!*
Rapidamente ganamos la ruta. Esta vez no habla, mira el camino.
Vuelve a decir algo de la campana y le digo que puede lamerme el trasero , que es un coge madres y que se haga dar bien por culo. Que estoy harta de su espectaculo itinerante, que la gira ya no es lo que era, que por favor pare al menos un dia.
Se rie y no puedo evitar pensar en el como en un hombre. Ya sabeis: mi cabeza puede ser un remolino a veces.
Son dias de moteles, de buds, de joints, de mirar el sol morir. Todo parece estar en paz.
Llegamos al mar, luego de un dia en El Desierto de los Dados. El combo mar y desierto es dificil de superar. Se lo hago saber. Dady asiente y me habla de selva y mar. De golpe hablamos de mar y ciudad. Como en una pieza de jazz estamos los dos en el mar. La espuma de las olas, el fucking Pacifico. El es mi hombre, yo su niña.
Estamos vistiendonos y un auto rojo se aparca al lado del nuestro. El tipo parece un wise guy caido del mundo. Se llama Jim. Intercambiamos los comentarios tipicos: clima, gobierno y donde queda el lugar mas cercano para besar unas Buds.
El tipo dice que es de Buffalo, un pueblo en las afueras de NYC. Tiene un porro hawaiano que es realmente un producto interesante. No me interesa la conversacion. Solo los veo a ellos dos entre el humo y las botellitas. Huelo problemas.
A la noche lo hago con Jim. Es fuerte. Es mi tipo.
Amanece y ellos me dicen que seguiran con el auto rojo a Mexico. Hablan de entregar una mercaderia o algo asi. Me quedo con nuestro auto.
Lloro al despedir a Dady. El me dice: "dont cry"-
Dias despues estoy en un Motel en Laredo, tome acidos con unos universitarios de Oregon, escuchamos la radio y esta la tv prendida.
Veo la foto de Dady en la tv: con el cartel tan temido: Wanted.
Jim no lo logro. Esta su cuerpo todo baleado en la tv. Pienso que la tv y lso cuerpos baleados son el maridaje ultimate, casi como los porros y las buds o los Mariscales de Campo y las Porristas o las movies y las palomitas de maiz o mi espantosa madre ballena y sus kilos de mas.
Donde carajo se habra metido Dady?
Los universitariso duermen. Aprovecho que fui mas que generosa con ellos y sin mas los desplumo. Tengo casi 2 grandes: no veia esa cantidad desde que con Timmy sacudimos Vegas.
Rumbo a Mexico escucho esa de Jimmi en que el viento dice Mary.
Curiosa sensacion de bienestar y plenitud. En la guantera un 45.
Se que lo voy a usar.
Pienso en el chiquillo ese que le faltaba un ojo. Tambien pienso en Dady.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

-Es que durante parte de los 60 y los 70 parecía una ciudad medieval. Había una suerte de enfermedad mental que lo empapaba todo. Encontrabas gente viviendo en neveras, en coches abandonados, tirados en la calle. Times Square era un circo romano… Recuerdo aquellos coches enormes, pintados de colores brillantes, en los que los chulos paseaban a varias prostitutas, los pimp-moviles, a los que te acostumbrabas.

Anónimo dijo...

Oh, sí, mucho. El crimen creció hasta extremos insoportables. Había robos por todas partes. El narcotráfico aumentó de forma exponencial. Algunas zonas, hoy ocupadas por gente joven y educada, eran entonces lugares terribles, que no podías visitar, ni siquiera de día. Baste decir que en apenas diez años perdimos entre medio millón y un millón de habitantes. La gente huía aterrada y el gobierno federal nos dio por amortizados, por perdidos.

Anónimo dijo...

Claro. La escribí a mediados de los 70, muy deprisa, y considero que es un entretenimiento oscuro, ya sabe, están las agencias de inteligencia, los mafiosos, los asesinos a sueldo, los travestís y los chulos... Claro que viviendo en Nueva York era imposible no contagiarse. Como la ciudad, se trata de un libro bastante extremo, incluso demenciado. Fuerzas poderosas planearon sobre nosotros. La atmósfera del periodo afectó mi escritura, el crimen, la sordidez, los vagabundos, los drogadictos, la paranoia general.

Anónimo dijo...

Sí, en una zona de Nueva York que actualmente es carísima, junto al Hudson, en el lado oeste, lo que se llamaba el Meatpacking district, que se ha llenado de tiendas de moda y restaurantes finos.

Anónimo dijo...

- Había comenzado la era de las cámaras de vigilancia. Algo nuevo y aterrador, la idea de que podían verte, y también la sensación de que la cultura del país se había corrompido. La razón para la novela puede rastrearse en el miedo que masticábamos, presente a cada paso, en las conversaciones, en la cultura popular, en las películas y las canciones, que comenzó tras el asesinato de JFK. De alguna forma pareció que desde ese momento una resolución clara de los crímenes sería ya imposible. Se hablaba de la CIA, de Cuba, de políticos locales o poderosos conglomerados. Nadie sabía qué creer. Este convencimiento general respecto a las conspiraciones derivó en una paranoia casi insoportable, amplificada durante las protestas contra la guerra en Vietnam, o más concretamente con su represión, y con los asesinatos de líderes como Bobby Kennedy o Martin Luther King. Nadie estaba seguro, ni siquiera los políticos, y todo el mundo, desde luego en esta ciudad, colocaba cerrojos en las puertas. Podían entrarte los adictos en casa. O espías. Imposible saberlo.

Anónimo dijo...

Mmm, sí, es curioso. Acaso algunos escritores sentimos como más evidente esa percepción, que el país acumula un déficit democrático, que no todo fue como lo contaron, que hubo y hay caminos oscuros y turbulentos. Imagino que sentimos como la obligación explorarlos, buscar qué esconden, a dónde llevan. Al menos así lo veo yo.

Anónimo dijo...

Ya, la tecnología... Uno de sus efectos más insospechados y perversos es el aislamiento de los individuos, toda una paradoja que va en contra de lo que intuimos, pues estamos conectados a un volumen de información inimaginable hace pocos años, pero el problema no es que sustituyamos el libro o documento en papel por el formato digital, sino que también sustituimos a las personas por su doble digital. O sea, la comunicación se ha extendido pero no es íntima. Respecto al libro, creo que el formato en papel, aunque sea más incómodo, aunque el digital sea maravilloso por tantas razones, establece una relación más personal. Cuando lees un libro convencional, en tu sillón, pasando las hojas, se trata de un fenómeno libre del elemento de transitoriedad propio del libro electrónico. Al menos tratándose de literatura siempre dependeré más de un libro que de una pantalla. La gente que ha acumulado libros durante décadas lo entenderá mejor. Sólo con mirarlos, contemplar las portadas, las marcas, las anotaciones... Son parte de tu vida. Objetos muy personales que en cualquier caso y con independencia de mis preferencias supongo que acabarán desapareciendo.

Anónimo dijo...

Bueno, Fascinación es posterior. Ya llevaba cinco títulos, tenía una cierta trayectoria. Pero si pienso en Americana, mi primera novela, creo bastante posible que en 2012 no se hubiera publicado. Los escritores jóvenes de hoy son mucho más profesionales de lo que lo éramos nosotros, me refiero a los aspectos formales de la narración. Pero eso da igual, o al menos importa poco: la cuestión es si tienen algo interesante que decir, si la suya es una visión personal, si lo que escriben resonará en el futuro, si intuimos un aliento largo en su escritura. Quizá en aquella época los editores miraban nuestros libros con la sensación de que eran caóticos, poco meticulosos, irregulares, pero al mismo tiempo sentían que bajo el desorden latía algo importante, y por eso se arriesgaban a publicarnos, y eso es lo que me ocurrió. Me ayudaron con un par de consejos, me encerré a trabajar de nuevo en el libro y al final salió. En realidad no debería quejarme. He sido muy afortunado con mis editores. Pero muchos otros no lo son, y se nota.

Anónimo dijo...

Existe una razón. Al comenzar a escribir casi todas mis historias se desarrollaban en el Bronx, que era mi territorio, lo que conocía, pero a medida que mi vida se enriquecía supe que quería ser un novelista americano, no uno circunscrito a su barrio, local, sino alguien con vocación universal. De modo que abrí el objetivo y tuve mucho cuidado de que no fuera autobiográfica. Supuso una liberación de mi herencia italoamericana, muy rica pero también, en muchos sentidos, estrecha. Claro que el pasado familiar era muy rico, que mi abuela, que vivió cincuenta años en este país, nunca llegó a hablar inglés, que el barrio era un espectáculo, pero no podía conformarme sólo con eso.

Anónimo dijo...

me mata el tono. me rio.

Marina