domingo, 17 de enero de 2010

The sparring.

El mundo te recuerda, campeón, y es justo que así suceda. Antes aparecías, cada día, bajo titulares de gloria o escándalo.¡Cómo han cambiado los cagatintas! Lo que en su momento fue una arquitectura férrea de hechos formidables, hoy es un tinglado de anécdotas y necrológicas.
Pocos conocieron tu fuerza debajo del cuadrilátero. La mayoría te rendía homenaje sólo cuando defendías tu corona o coronabas un romance con la nueva figura del teatro de revista.
Fuiste único, campeón, una maquinaria perfecta como aquel reloj que me regalaste cuando dormiste al americano en doce segundos. Ese día fuimos a festejar el triunfo al bar del francés. Frío ajedrecista, canalizabas la euforia con movidas excepcionales. Nos acodamos en la barra (nunca te gustó la charla con el culo en la silla), y con apenas una mirada, el francés comprendió que era noche de ginebra y cátedra.
Me dirán que estoy en pedo, campeón, pero me pregunto si fue el mundo de la oratoria el lugar donde tu pugilato era infalible. En ese universo dabas verdadero espectáculo. Cada round era un capítulo donde sabías combinar la fuerza, la estrategia, la destreza y la seducción de un modo sublime. Dueño de cada movimiento, nos introducías en la historia con la guardia baja y un baile lleno de quiebres de cintura. Luego eran tus ojos los que hablaban. Mirabas y tu interlocutor entendía que la danza se extendería por toda la pista. Mas tarde llegaban las pausas, los suspiros, instancias en las que comprendíamos que todo estaba por terminar con el mejor de los besos: el beso de la lona.
Hará unos meses, campeón, me cruce por accidente con Isabella Amichetti, aquella tana con la que compartiste un affaire papelonesco. Entre muchas infidencias, la tana me contó de tus dotes amatorios. Esa mina es un peligro. Anda diciendo a todo el mundo que tuvo un hijo con vos. El pibe se llama Domenico, según explica, producto de una noche en que la llevaste a la pensión, hiciste sonar aquel disco que tanto te gustaba y la pusiste contra las cuerdas.
Otro día te cuento más, campeón, tengo que irme. Me esperan en el bar del francés. Me van a presentar a un flaco que, se corre el rumor, tiene tu zurda demoledora.
Chau campeón.


6 comentarios:

Víctor Vígor dijo...

Relato producto de una noche de copas con Kub, el mono Gatica de la plática.

Tommy Barban dijo...

Me acuerdo de Kub cada vez que me calzo las all-star embarradas (prolija y deliberadamente).

Anónimo dijo...

¿Se parece Barban a Domenico Modugno?

giménez dijo...

el más grande de todos fue el cholo, carlitos o como quieran llamarlo.
así somos, hace quince años que partió mientras pagaba su deuda con la sociedad.
cariños g.

Anónimo dijo...

mi ficha va a victor emilio.
ayer vi el gran Gatsby.

cariños
a

Tommy Barban dijo...

Yo también la ví empezada. Me gusta la escena en que Daisy se enamora de las camisas de Gatsby.