Mareos fuera del agua.

No voy a enumerar mariconadas descriptivas ni absurdas remembranzas.
Ahora comprendo cuánto necesitaba volver al puerto, cuánto sentir los primeros fríos del año dentro de la Flojita de Gatillo.
No sucede lo mismo con Lito. El frío le amansó el carácter y agrandó sus ojos. Pensé en ponerle su ponchito pero, de cometer un atropello por el estilo, mis días de marinero estarían contados.
Largas caminatas por la playa me arrastran al paso lento y trabado de la arena reflexiva. Ya no dudo del éxito de nuestra futura empresa, tampoco de la enorme formación que me dejarán los combates y las tempestades. Esta vez me corroe los pensamientos la extraña complejidad física que experimento ante la toma de decisiones.
Todavía no me he encontrado con mi capitán, está no se dónde ultimando detalles. Pude contactarlo por teléfono y, al manifestarle mis inquietudes, Benito Piedra Buena, héroe y mentor, solo atinó a contestar:”Vígor, usted siempre el mismo pelotudo, decisiones jodidas en la vida las tienen asesinos, travestis, pederastas y portadores de peluquín”.