domingo, 22 de junio de 2014

Tiraflechas. Por Porfirio Rubirosa.

En 1511, Urayoán, cacique de una de las varias tribus del pueblo taíno que poblaba la isla de Boriquén -lo que hoy es Puerto Rico- emboscó a un soldado español y mandó a que lo ahogaran en un río.
La misión se cumplió según indicaciones del jefe.
El godo, al parecer, no mostraba signos vitales cuando lo retiraron del agua.
No obstante, Urayoán pidió que dejaran el fiambre al sol.
Al cabo de unos días, el fuerte calor y la humedad de la hoy llamada Isla del Encanto hicieron lo propio.
El cuerpo del intruso europeo empezó a pudrirse, hincharse y emanar olor pestilente.
Esto confirmó lo que Urayoán sospechaba: a la final no eran dioses inmortales aquellos extraños visitantes de ultramar.
Eran apenas una banda de humanos parvenús.
Ipso facto, Urayoán inició una revuelta concertada con el resto las tribus boricuas para echar a flechazos a esa extraña y voraz jauría de carapálidas, sifilíticos y desdentados con narices enormes y miembros viriles insignificantes.
Corte a la Amazonia, 500 años después.
Los tiraflechas han olvidado la lección de Urayoán.
Siguen –o mejor dicho, seguimos- aquejados por el complejo de inferioridad.
Trabados por supersticiones y bloqueados con compulsiones neuróticas inexplicables.
Sumidos en la indolencia y el autosabotash.
Depositando esperanzas en cábalas, embrujos y cánticos penosos.
Sí se puede, sí se puede.
Conformándonos con poco.
Derrotissstas.
“Jugamos como nunca, perdimos como siempre” suelen consolarse en México, tal vez la catedral del derrotismo tiraflechas.
Los más optimistas entre los tiraflechas aspiran a llegar a octavos.
A muchos jugadores les alcanza con cambiar camisetas con algún europeo.
Esto último tal vez es comprensible.
Evidentemente Nike, Adidas y Lotto ponen a sus diseñadores junior a desarrollar los uniformes de las selecciones tiraflechas.
Qué feos que son. Cargados de colorinches sin ton ni son.
Con texturas, firuletes y detalles visuales innecesarios.
A diferencia de la vestimenta de los europeos: minimalista, con colores plenos, detalles de buen gusto.
Ni siquiera le pilcha argentina, la única camiseta de motivo retro a rayas, con una paleta de colores piolísima, está bien diseñada.
Sólo le falta la publicidad y sería una camiseta de un equipo de la B.
El único uniforme bien logrado de los tiraflechas es el de Honduras, de marca Joma.
En fin.
Volviendo a lo futbolístico.
La buena noticia es que algo cambió en los primeros partidos de esta copa tropical, afrolatina, desorganizada, bochornosa, con olor a axila, alconafta y cerveza barata.
El espíritu de los taínos del Boriquén se apoderó de algunos tiraflechas.
Están saliendo a jugar de igual a igual.
Sin traumas, sin miedo, con la frente alta.
Observando al rival y explotando sus debilidades metódicamente.
Sin supersticiones.
Sin autoboicotearse.
Preparados, con ideas y un plan de juego.
Sin payasadas o bravuconadas que subconscientemente buscan la derrota, como los escorpiones y firuletes del enorme René Higuita, que le costaron la clasificación y un triste episodio de sicariato al equipo cafetero.
Ojo, el depredador europeo, que de tonto no tiene nada a pesar de su inferioridad genética, ha incorporado tiraflechas a sus filas.
Balotelli. Boateng. Costa.
Incluso ha reclutado tiraflechas del Asia menor: Ozil, Khedira.
Hemos visto en redes sociales lo diezmados que quedarían sus alineaciones si se excluyeran los tiraflechas.
Así y todo, los onces del viejo continente colonial y decadente están recibiendo una considerable dosis de face painting.
Sus porterías se ven asediadas y quebradas sistemáticamente.
Incluso los alemanes, esos representantes de la máxima barbarie institucionalizada del SXX, se comen sombreros irreverentes.
Hannah Arendt se haría un picnic mirando a Joachim Löw comiéndose los mocos o a Thomas Müller toda ensagrentada, tirada en el piso y lloriqueando como una niña.
Ya ni los turbios manejos de Blatter o la compraventa de árbitros pueden ocultar esta realidad.
Los tiraflechas se tienen cada vez más fe.
Alguien exclamará: pero el que escribió esto es un pelotudo.
Brasil, país tiraflechas si los hay, ganó cinco copas.
La teoría falla.
No señor.
Todo lo contrario.
Brasil confirma 100% la teoría del tiraflechas.
Brasil, dada su cantidad de habitantes, su obsesión futbolera y su interminable cantera de tiraflechas que nacen y viven con una pelota al pie, es un fracaso del fútbol.
Con esa materia prima, tendrían que haber ganado todos los mundiales y todos los juegos olímpicos.
Brasil tiene el doble de habitantes que cualquier otro país del mundo con tradición futbolera.
Brasil debería ser al fútbol soccer lo que EEUU es al fútbol americano, el bésibol y el basket: el monopilizador absoluto de todos los trofeos habidos y por haber.
Estadísticamente debería ser categóricamente imbatible.
Brasil, dadas sus inmejorables condiciones geográficas y demográficas para jugar a la pelota, debería ser un Muhammad Ali peleando en la categoría welter junior amateur de un torneo interclubes de barrio.
Brasil debería ser al soccer lo que Argentina es al polo: el país que gana todo siempre.
Sin embargo, no lo es.
Ni por asomo.
Sólo ganó 5 copas.
Ha perdido finales de local, se ha ido en cuartos, tiene dry spells inexplicables.
Es un equipo muy competitivo, sin dudas, pero el balance a lo largo de los años es negativo.
Muy.
El complejo de inferioridad del tiraflechas está ahí, ominoso, siempre presente.
Pasemos a Argentina.
Tenemos un problemita.
Nuestro eterno dilema.
Cuando tenemos que comportarnos como europeos, nos aflora el tiraflechas.
Y viceversa.
Estamos en un brete.
Europa fue.
Los tiraflechas quieren recuperar el terreno perdido.
Si no es este mundial será el próximo.
Tenemos que elegir qué somos.
O bien qué queremos ser.
¿Queremos que Leo sea todo y haga todo?
¿Que sea capitán, goleador, técnico?
¿Que haga propagandas para YPF, Pesci, Doritos, Adidas y Paka Paka?
Leo no puede solo.
Puede ser nuestro Urayoán, sí.
Como otrora lo fue Diego.
Pero necesita que los otros tiraflechas salgan a la cancha también.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pueblo taíno es muy hermoso.
Jey Lo es borique?