Especie autóctona que se
cosecha cada cuatro años. El Monotributista Arleco sortea el cerrojo
AFIP como Tyrion Perón Lannister a la pena de muerte y eso lo
emporonga. Se saca su capa de oficinista triste del sector 7-G por un
mes y pide. El Arleco pide. Porque pagó, viste. “Hoy menos de 7 a
Irán no, ehhh”. Ohohea el Himno, se “lookea” (La Gerencia se
permite repudiar el término) y vive la experiencia a través de su
esmárfon. Lleva a sus pibes. Si no llegó a Brasil, se compra el
plasma más pijudo y dispensa Paladinis. “Eeehhh Brasil qué se
siente” (son pentacampeones, mal terminado). Si a los 13 minutos
Argentina no baila “a esos negros” ya se entra a impacientar.
“Ponelo a Pirlo” (pelotudos). El Monotributista Arleco no mira
fútbol en esa vida que pasa entre Mundial y Mundial. Es inmune a los
avatares tan lindos del deporte. Por eso se subleva si Argentina no
golea siempre. Te sube al Empire State y pide que le devuelvan la
guita porque estaba nublado y no pudo hacer selfies. En el
entretiempo de hoy, frustrado, paga 400 millones de reales por un
snack para el pibe y resopla un “para esssto vinimos”. Decae en
su aliento y entra a mandar WhatsApp. Se pierde el gol. Y retwittea
#MaradonaMufa mientras le entra a la vuvuzela.
Propongo un bunker de
Flanders para el Monotributista Arleco y, de paso, para las
beboteadoras del fútbol (“ay, no sé qué es un córner jiji”)
con talleres de poesía en loop a cargo de Alejandro Apo.
1 comentario:
te iba a comentar algo pero se me olvidó qué era, estoy embotada de Mundial, en diez días sólo voy a poder decir jahdhbjjjhbaaaaaaaaaaaaaaa hilo de baba colgando
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