Cuaderno de bitácora II.

No hemos vivido cambio climático alguno. La Flojita de Gatillo es una roca encallada entre los dedos de la chatura, demonio marítimo.
"Mírese el rostro al espejo, parece un tembloroso diarreico que nunca ha zarpado", gritó Piedra Buena desde proa.
Clavo los ojos en los de mi interlocutor con clara intención de castigarlo con odiosa mirada e inmediatamente me asalta una antigua enseñanza que todo marinero a bordo de esta embarcación bien conoce: AQUÍ SÓLO SE SONRÍE LUEGO DE LA TEMPESTAD.
Una nueva sacudida verborrágica me saca de mi abstracción: "Hey! Vígor, no pierda el tiempo, salte ahora y evítese la telenovela. No hay caso, la ciudad es una fábrica de maricas", retrucó mi capitán mandándome a mudar con un cabeceo y chist final.
Si pudiera explicarle la verdadera razón de mis preocupaciones...
Si el origen de mi silencio fuera sólo por simple cobardía...
Al pedo son los planteos sin claridad en las preguntas como también la introspección en el medio del océano.
Espero no encontrarme con la tempestad sin haberla imaginado antes.
No es tiempo de apichonadas. Tormenta o combate que venga, confío en la agilidad mental que surge del cagaso y la adrenalina.